Al principio de la creación, la Omnimaternidad formó una bola de plasma nebuloso espiritual en la que se formó el primer planeta, la Madre Luna. Aquí se separaron miles de millones de células. Pequeñas gotas transparentes, compuestas de plasma y alma. Estas células formaron parejas y se conectaron. Cada célula le dio una pequeña parte de sí misma a la otra, de la cual creció un nuevo fruto. Luego, el fruto se dividió en dos células infantiles. Estos tenían suficiente fuerza para crecer hasta la edad adulta, pero no suficiente para reproducirse. Para esto, necesitaban la fuerza de las células parentales, que ya habían muerto y esperaban en el mundo del inconsciente. Sus almas se conectaron con el proceso de reproducción de las células infantiles y animaron el nuevo fruto que también se dividió en dos células. Un proceso que todavía vemos en nuestro tiempo, aquí en la Tierra, en el útero. Así se formaron miles de millones de pares de células en el primer planeta que comenzaron su proceso evolutivo como almas gemelas.
-Pero en la luna —acabamos de tratarlo— éramos división y división, esencia divina como embrión, y unas vidas daban a otras. Y a partir de lo que yo daba y de lo que ustedes daban han surgido nuevas vidas. Y eso, pues, es el núcleo propiamente dicho que me corresponde a mí y a ustedes, por lo que nos hicimos padres y madres. Eso, pues, son esos estados gemelos
Preguntas y respuestas 3 – Noche del jueves 10 de abril de 1952 p.135
-Pues bien, quién haya sido esa chispa de Dios, qué alma, no tiene relevancia alguna. Así que quiero decir para el primerísimo contacto, la división de esa célula con la otra chispa vital. Cierto, ¿no? Millones de chispas de Dios pertenecen a una sola sintonización.
La cosmología de Jozef Rulof 5 – La conciencia lunar para el alma como ser humano p.69
Citas de los libros de Jozef Rulof