Hace miles de millones de años, nuestro Universo nació de la Omnifuente, de la Divina Omnimadre.
En este “Big Bang”, esta energía se dividió y a partir de ella se crearon estrellas y planetas, sobre los cuales el ser humano y toda la vida surgieron la vida celular de la chispa divina y comenzaron a evolucionar.
-El Universo visible que nos rodea: personas, animales, naturaleza, agua, rocas, estrellas y planetas, es una manifestación material de esa vasta Inteligencia que los humanos llamamos Dios. También existe el Universo astral invisible. ¡Todo esto es Dios!
-Nosotros, los humanos, nacemos como la chispa divina de la Omnifuente, y estamos destinados a desarrollarnos de tal manera que podamos eventualmente regresar al Omnigrado Divino.
Con este propósito, Dios creó el Universo para el ser humano.
El ser humano, como chispa Divina, debe desarrollarse y hacer suyo el Universo, visible e invisible.
-Esto sólo es posible mediante la evolución, tanto a nivel material como espiritual. Debido a este proceso evolutivo, el alma humana se reencarna constantemente en nuevos cuerpos y nuevas vidas.
La Sociedad de Estudios de la Sabiduría Celestial