André no veía otra cosa que cuevas y chabolas. En ellas vivían personas. Todo lo que veía estaba en un estado viscoso. Aquí no había casas ni edificios. Las calles, si quisiera llamarlas así, estaban agrietadas y en todos lados veía rajas como profundos precipicios.
Una mirada en el más allá – Regiones oscuras p.311
– Barro y lodo en masas compactas formaban aquí el suelo.
– Aquí vivían en cuevas y se saciaban con su propia vida animal
– Vaya, ¿qué oía allí? Iba ganando en fuerza, creciendo hasta ser un huracán que hacía temblar la vida en su fuerza. Lo atravesaba como un cuchillo. Era un aullido desgarrador, en el que percibía matanzas y pasión, como si una vida destruyera a la otra.
– Nada de lo que vive aquí posee ya un destello de sensibilidad humana. Todos se han animalizado. Oyes su juego animal de pasión y violencia. Pero todo a media fuerza.
– André intentó ver a través de la oscuridad. De repente vio a varios seres reptando. ¿Eran seres humanos? ¿Cómo era posible? Eran animales, con miles de años de edad. No veía manos ni pies. Tenían que desplazarse reptando. Su sentimiento humano había hecho la transición a lo animal. Sin embargo, vivían y eran hombres de la tierra. Algún día fueron bellos y habían sentido el amor de madre.
Una mirada en el más allá – Regiones oscuras p.311, 312
Citas de los libros de Jozef Rulof
Nota:
Las esferas oscuras, o más bien mundos de lo inconsciente, constituyen el infierno en el Más Allá. Pero las Almas (humanas), que viven allí, no tienen que permanecer allí para siempre, ya que también ellas alcanzarán una vez los reinos superiores (esferas del amor). Ningún alma divina se pierde. No hay condenación eterna.